martes, 27 de marzo de 2007

De taxis en Madrid

Viernes, 23 de marzo, 22.00, aeropuerto de Barajas. Mientras esperamos el vuelo, salimos a la calle a fumar Barbie, LaPortera y yo. Estábamos hablando de cómo volver el domingo hasta donde habíamos dejado el coche. Acabamos, claro, hablando de taxis, y de las cosas que nos habían pasado en ellos.

Barbie y yo contamos varias anécdotas bastante alucinantes – me di cuenta al ver la cara de horror de LaPortera -, e inmediatamente pensamos en publicarlo aquí. No me acuerdo de todas, pero aquí desarrollo algunas de las mías:

Yo no llevo negros

Esto fue a primeros de los noventa. Por aquel entonces, un buen amigo era un chapero sudamericano, de nombre Toni, de 17 años. Tenía una cara preciosa en un cuerpo delicioso, color café con leche, y un pelo rizado que no sé cómo hacía juego con las pestañas. Sus ojos eran profundos como estanques, y a su edad pocas cosas le sorprendían. Algo que sí le sorprendió fue que nunca me acostara con él, ni siquiera gratis, jajajaja.

El era chapero, sus hermanas y cuñadas, prostitutas, y su madre limpiadora de escaleras. Entre todos, en residencia ilegal, claro, trabajaban mucho, y ganaban lo justo para malvivir y enviar un montón de dinero a sus hermanos y padre, los “hombres” de la familia, que por supuesto no trabajaban.

A mi me alucinaba el morrazo de los supuestos “proveedores” de la familia, y lo hablé frecuentemente con Toni. El sonreía con esa dulzura suya, y respondía que asimilándose a las mujeres de la familia, sus hermanos, padre y tíos le protegían cuando volvía allí, y esperaba que le aceptaran como gay cuando volviera. Respecto a que las mujeres trabajaran para los hombres, le parecía lo más normal del mundo.

Una vez al salir de, ¿cómo coño se llamaba el local ese bajo las Torres de Colón? Sí, hombre, el de las paredes de terciopelo rojo…, bueno, pues ése. Al salir, decía, intentamos coger un taxi (Ya me acuerdo: Bocaccio)

El taxista paró, abrí la puerta, y Toni entró. Cuando entré yo, el conductor estaba vociferando que en su taxi no entraban negros, y tardamos 2 segundos en salir escopetados de nuevo a la calle. Fue ridículo, entramos por una puerta e inmediatamente salimos por la otra. No supimos qué decir.

Nos miramos, y sin una palabra, echamos a andar hacia Goya. Hablamos de muchas cosas antes de llegar a Ventas, donde él vivía, pero no del taxista, del taxista no. Cuando le dejé su casa, seguí caminando hasta la mía. Lloré casi todo el camino. No podía entender cómo siempre estaba sonriendo cuando le veía. ¿Cuánto te tienen que humillar para que dejes de reír, Toni?

El siguiente fin de semana, supe que dos días después le arrestaron en una redada y deportaron a su país. Y que ahora estaba de chapero en las playas blanquísimas del Caribe. Le escribí una postal, pero nunca respondió. No creo que se la dieran.

La paja del taxista

Una discoteca muy conocida a finales de los 80 y primeros noventa era Ales, en la calle Veneras (nombre muy apropiado, jajajja), que por cierto he oído que ha vuelto a abrir. Una de las ventajas del local era que, por muy cocido que salieras, apenas a 50 metros había una cola de taxis esperando clientes. No era una parada oficial, pero los conductores sabían dónde encontrar clientes a aquellas horas de la mañana.

Una mañana yo salí más cocido de lo habitual, con la camisa blanca de pirata desabrochada y caída sobre el brazo, mi enorme medallón sobre el pecho, y completamente empapado de bailar. Cogí un taxi, di mi dirección, y me repanchingué en el sillón.

Al poco rato, noté que el taxista hacía movimientos extraños con la mano de la palanca de cambios, pero como estaba muy subido, no estaba seguro de qué hacía. A través de las gafas de sol, veía sus extrañas muecas en el retrovisor, y eso me extrañó tanto que me medio desperté. ¿Me estaba haciendo burla pensando que dormía?

Pues no. Llegando a Avda. de América, en la curva pronunciada hacia la Avda. de Bruselas, vi lo que tenía en las manos y manipulaba con frenesí. Sí, eso.

No dio tiempo a mucho más, ya casi estaba en casa, y aunque el tío no terminaba, no pensaba quedarme allí a esperar que acabara. Por fin llegamos, el tío sin acabar, me bajé, y me metí en el portal sin pagar. Desde dentro vi cómo el tipo se colocaba la ropa, supongo que se habría corrido, y sin mirar siquiera el portal, arrancaba el taxi y partía.

Yo entonces estaba bastante bueno (y tengo testigos, mamones), pero eso solo no explicaba el incidente. Cuando lo conté en el ambiente, me dijeron que muchos de los taxistas cincuentones que se ponían en la cola del Ales, buscaban precisamente eso. La verdad es que no puedo decir que me hiciera nada, pero durante días tuve la sensación de estar sucio, de haber sido usado. Al final, sin embargo, me reí como los demás.

Jesús y las 1000 pelas

Jesús era un niño delicioso, 22, rubito, ojos azules, cuyo mayor pecado era haberse enamorado de su álferez de la mili, un universitario de IMEC. Era bastante solitario, asiduo del Blanco, y cuando nos encontrábamos, nos costaba despegarnos. Una mañana acabamos juntos, y decidimos compartir un taxi. Como él vivía pasada mi casa, le di 1000 pelas al bajarme, y él siguió hacia su casa en la Avenida Donostiarra.

Al día siguiente, Jesús me devolvió las 1000 pelas, y cuando pregunté, me contó entre risas lo sucedido: ya llegando, el taxista, de unos 50 años, le ofreció perdonarle la carrera a cambio de una mamada en el descampado frente a la M30. El no quiso, pero el tío empezó a ponerse violento, y se metió en el descampado de todas formas. Jesús simuló aceptar, y bajando del taxi se cambio a los asientos de delante e hizo como si fuera a empezar la faena. En su lugar, agarró las llaves, y saliendo del coche las arrojó cuán lejos pudo. Inmediatamente, echó a correr como alma que lleva el diablo hacia los horribles edificios donde vivía con sus padres, mientras los gritos del taxista le perseguían.

Nos reímos mucho de la historia, no era muy inusual pero sí la primera vez que le pasaba a él.

Un par de años después, Jesús se tiró al vacío desde el balcón de su casa. Ocho pisos. Nunca supe por qué.

Releo esto, y me sorprende que nos riéramos tanto: un poco duro, ¿no? Mejor lo dejo aquí.

Espero que cuando Barbie cuente sus experiencias, no sean tan...lo que sean que son estas (Marcos, aquí tienes un pedazo de la Chueca y del Madrid de antes. ¿Sigues queriendo saber más?)

A veces me pregunto cómo hemos salido tan normales. Porque, somos normales, ¿no? ¿Más o menos? Jajajajajaa.

Pd1: He actualizado PistasDelFuturo, y síííííííííí, vale, actualizaré con nuevas noticias a diario.

Pd2: Hoy también he cambiado la orientación de mi blog personal. De todas formas, apenas escribía, jajjaja.

Allí digo “A partir de ahora, será un blog de trabajo, actualizado casi a diario. Contaré las cosas que aprenda, cómo las aprenda, y cuales son las diferentes etapas y reacciones a cada etapa. Hablaré de servidores, software, Web 2.0, Internet, Google (incluyendo Analytics, Reader, Blogger, Adsense, y sus bots), feeders, listas de rango, consejos para incrementar el tráfico y muchas cosas más. Espero que esto sirva a otros a evitar mis errores, y les ayude a mejorar. Entre todos, las cosas se hacen mejor, sin duda.

Aún así, y como se ve al principio de este post, no voy a renunciar a contar cosas personales. Soy un conjunto de muchas cosas, y todas ellas explican y/o causan todas las demás. Espero que quien lea este blog lo encuentre interesante

PD: Si queréis saber más cosas sobre mí, en PistasDelFuturo publiqué un AboutMe

Empezamos”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo siempre que cojo un taxi, tengo la "suerte" de pillar a uno de estos dos fenotipos:

1) El amante de la copla: estampitas en el salpicadero, virgencita colgando del retrovisor central, mini calendario cogido por iman al salpicadero tambien, horrorosos cubreasientos de tela o, aun peor, de bolitas de madera, y en la radio, canal de musica coplera. Olor a puro, por supuesto.

2) El futbolero: Canal de deportes en la radio a todo trapo, intentos de conversacion sobre lo bien o lo mal que lo hace tal o cual equipo /jugador/entrenador, mientras tu solo quieres que se calle y te deje oir tranquilo tu iPod. Tambien, como no, olor a puro.

Siempre, siempre, siempre el olor a puro. Sé que esto no es lo general, que es que yo tengo mala pata!!!:)

Esto post refleja parte de vuestra vida. De su intensidad. De lo amarga que es a veces, lo dura,... Es una vida vivida. Un abrazo!

Ruvias Intelijentes dijo...

pues a nosotras siempre nos toca hel ollente de la cope (i nos acemos las despistadas pa no discutir) si estamos en espanya. aqui, siempre nos toca hel que intenta ligar, asin que na mas entras dicimos algo de "nuestros (ficticios) hesposos".
hel mas raro que nos toco, fue el taxi-karaoke. hun tipo flipao que se vajava canciones remenver de internesi nos ponia unos segundos i teniamos que adibinar cual hera. si adibinavamos, ponia el estrivillo i cantavamos todos. sinos, acia con la voca "meeeeeeeck" i pasava a otra. un cachondeo!! le pedimos la tarjeta i todo!!!

muakis, i esperamos mas istorias!!!!

Anónimo dijo...

A mí me siempre me tocan los de la Cope también! Aunque una vez cogí uno por la noche y el tío estaba escuchando ópera. Lástima que el viaje no duró más de diez minutos. Otra vez, en Barcelona, no tuve mejor idea que decirle al taxista que me parecía bien el proyecto del carnet por puntos que estaba por entrar en vigor. Para qué!! El tío se puso como loco y no paró de despotricar contra todo Dios. Tan metido estaba en su discurso anti carnet por puntos, que acabamos yendo a un sitio distinto del que le había indicado. Al final me llevó donde le había dicho y me cobró solo la mitad.

Una duda tengo sobre los taxistas, igual alguien puede dilucidarla. Por qué suelen enfadarse cuando, por ejemplo, tienes que ir hacia el norte y coges un taxi que va en dirección sur? O si le dices, Coja por tal sitio, y luego ves que te has equivocado y le dices que vuelva a tal otro? Si cuanto más recorrido haga más habrá que pagarle! Pues parece que eso los pone de una mala leche...