Hoy no sabía si hablar de la antigua casa de Barbie, que era un burdel, o un post de chueca, que nos pidió Marcos. Empezaremos por la casa de Quevedo, que este finde estuvimos en LaJarosa con Conso, su niña y su hermano, y nos reímos mucho contándolo.
Veréis, érase una vez una casa del tamaño de un mantel… bueno, exagero un poco, pero el salón sí era del tamaño de un mantel de los de mi madre. Vamos, que lo ponías de alfombra, y cubría bien. Pues eso, un quinto sin ascensor, en la zona de Quevedo, con una cocina tipo ropero, un baño que para cerrar la puerta había que bajar la tapa, un salón tipo pasillo de avión. Con decir que la mitad de la gente en las fiestas acababa en el rellano…
Pero era el centro de Madrid, oiga. Allí aparecía todo el mundo, por tandas, eso sí. El primero en llamar, el último en llegar, era yo.
- ¿Qué? ¿Salimos? Sí, ¿no?
- Sí, ¿no?
Esta conversación de besugos solía tener lugar a las 9 o 10 del viernes. Y era tanto más idiota porque:
1 – Ya habíamos quedado cuando de copas la noche anterior
2 – Siempre empezábamos allí
3 – Siempre salíamos
Bueno, pues acabado el ritual, colgábamos y Barbie seguía recibiendo llamadas idiotas de éstas un par de horas más.
Yo me lo tomaba con calma, y sobre las 12 cogía un taxi. Recuerdo una vez que se me había olvidado la cartera en el despacho, y pasé por allí de camino. Yo entonces tenía un cargo en una institución oficial, y mi despacho tenía una puerta interior al despacho del presidente. Total, que entro con mi llave, y veo pasar un muchacho desnudo por delante de la sala de recepción. Casi me parto de risa.
Grité:
- Soy yo, Max, que me he dejado la cartera!
Y dando pasos fuertes sobre el parquet, me dirigí a mi despacho, como en una película de cine mudo. ¿Y dónde se había refugiado el susodicho? En mi despacho, escondido debajo de las banderas de España y Madrid, jajajjaja. Yo me quedo en el umbral, a oscuras porque según llego, le oigo jadear – entonces todavía no estaba tan sordo como hoy -, y de nuevo grito:
- La puerta de mi despacho al tuyo esta abierta, ¿verdad?
Yo, claro, sabía que el susodicho estaba con el Presi, vamos, más claro el agua, que debía darle morbo utilizar el despacho oficial, y oí cómo me respondía
– Sí, espera un momento que miro…
Cuchicheos mientras el jefe le convence de que salga de debajo del plus ultra, y se refugie en su despacho. Al minuto:
- Sí, está abierta.
Total, entro, cojo mi cartera, y deseándoles buenas noches, a los dos, me estuve riendo hasta casa de Barbie. El cachondeo allí fue fino.
El lunes, el vicepresidente me invitó a comer, y tras dar dos mil rodeos, me dijo que el Presidente – que no había venido esa mañana – era un hombre “muy sensible”. Yo, con todo mi recochineo, le dije que no se preocupara, que yo también era “muy sensible”, y que no importaba. El pobre hombre casi se murió del alivio, jajajajaja.
Desde entonces, mi jefe y luego gran amigo, se apuntó a muchas juergas por Chueca, y siempre le tomábamos el pelo con el muchacho de la bandera. Aunque peor fue lo del muchacho del yogur, pero esa es otra historia y esto se alarga mucho. Otro día.
Supongo que Barbie os terminará de contar sobre su casa, lagartos chinos incluidos.
Veréis, érase una vez una casa del tamaño de un mantel… bueno, exagero un poco, pero el salón sí era del tamaño de un mantel de los de mi madre. Vamos, que lo ponías de alfombra, y cubría bien. Pues eso, un quinto sin ascensor, en la zona de Quevedo, con una cocina tipo ropero, un baño que para cerrar la puerta había que bajar la tapa, un salón tipo pasillo de avión. Con decir que la mitad de la gente en las fiestas acababa en el rellano…
Pero era el centro de Madrid, oiga. Allí aparecía todo el mundo, por tandas, eso sí. El primero en llamar, el último en llegar, era yo.
- ¿Qué? ¿Salimos? Sí, ¿no?
- Sí, ¿no?
Esta conversación de besugos solía tener lugar a las 9 o 10 del viernes. Y era tanto más idiota porque:
1 – Ya habíamos quedado cuando de copas la noche anterior
2 – Siempre empezábamos allí
3 – Siempre salíamos
Bueno, pues acabado el ritual, colgábamos y Barbie seguía recibiendo llamadas idiotas de éstas un par de horas más.
Yo me lo tomaba con calma, y sobre las 12 cogía un taxi. Recuerdo una vez que se me había olvidado la cartera en el despacho, y pasé por allí de camino. Yo entonces tenía un cargo en una institución oficial, y mi despacho tenía una puerta interior al despacho del presidente. Total, que entro con mi llave, y veo pasar un muchacho desnudo por delante de la sala de recepción. Casi me parto de risa.
Grité:
- Soy yo, Max, que me he dejado la cartera!
Y dando pasos fuertes sobre el parquet, me dirigí a mi despacho, como en una película de cine mudo. ¿Y dónde se había refugiado el susodicho? En mi despacho, escondido debajo de las banderas de España y Madrid, jajajjaja. Yo me quedo en el umbral, a oscuras porque según llego, le oigo jadear – entonces todavía no estaba tan sordo como hoy -, y de nuevo grito:
- La puerta de mi despacho al tuyo esta abierta, ¿verdad?
Yo, claro, sabía que el susodicho estaba con el Presi, vamos, más claro el agua, que debía darle morbo utilizar el despacho oficial, y oí cómo me respondía
– Sí, espera un momento que miro…
Cuchicheos mientras el jefe le convence de que salga de debajo del plus ultra, y se refugie en su despacho. Al minuto:
- Sí, está abierta.
Total, entro, cojo mi cartera, y deseándoles buenas noches, a los dos, me estuve riendo hasta casa de Barbie. El cachondeo allí fue fino.
El lunes, el vicepresidente me invitó a comer, y tras dar dos mil rodeos, me dijo que el Presidente – que no había venido esa mañana – era un hombre “muy sensible”. Yo, con todo mi recochineo, le dije que no se preocupara, que yo también era “muy sensible”, y que no importaba. El pobre hombre casi se murió del alivio, jajajajaja.
Desde entonces, mi jefe y luego gran amigo, se apuntó a muchas juergas por Chueca, y siempre le tomábamos el pelo con el muchacho de la bandera. Aunque peor fue lo del muchacho del yogur, pero esa es otra historia y esto se alarga mucho. Otro día.
Supongo que Barbie os terminará de contar sobre su casa, lagartos chinos incluidos.
5 comentarios:
jajaja,
Divertidas son siempre estas situaciones... aún más explicarlas, porque a veces en el momento, te violentan más por los otros que por tí mismo.
Pero ahora me dejas con la intriga del muchacho del yogur...con lo cotilla que soy yo...
Besos mil.
Claro fuisteis los primeros en comentar pq teneis ese sistema chivato, no? jajaja
que buena historia y que morbo motarselo asi bajo las nobles banderas... Se debería follar mas bajo las banderas asi las manis del pepé serian mas diver, jaajaj!!
jajaja
el de la bandera...es de los que no piensa?
Nene, ya sabes que me encantó la comida, espero repetir tantas vaces como sea menester.... y ampliar el anecdotario Picaresco viberil.
Un achuchón sin tregua (con permiso de la portera ehhhhh)
jajajajajajjaa
que artura reir!!!
mas istorias, mas, mas , mas, mas, maaaaaaaaaaaaaasssssssssssssssss
vesis, rumvosos
(olitas, iago)
¿Y la del yogur es mejor? pues ya estais contando.
Publicar un comentario