Vaya por delante decir que Londres es enorme, y aún visitando sólo las cosas más interesantes, 3 días no es nada. Y encima haciendo some shopping in between, y visitando algún antro nocturno las dos noches, pues mira, 2 días llevo de recuperación. Encima desde ayer ha estado nevando a ratos, presión baja, y yo que me duermo por las esquinas…Bueno, al lío.
Según esperábamos a que el avión despegara, comentamos las noticias de huracán en Londres. Bastante gente sabía que nos íbamos para allá, de modo que nos recomendaron no coger el vuelo por teléfono, SMS., emails... Pasamos, claro, huracancitos a nosotros… (Inciso: de huracán nada; algo de viento, algo de chirimiri, y casi todo sol. Solo había 3 gafas de sol en Londres este finde, al menos puestas: estaba claro que habíamos llegado)
Pero mientras esperábamos al borracho del capitán, no sabíamos lo que nos esperaba, de modo que especulamos sobre qué hacer en caso de turbulencias durante el vuelo. Quedamos de acuerdo en que si veíamos a alguien rezar, la Barbie le daría un par de hostias, y si alguien aplaudía al aterrizar, La Portera se ocuparía de romperle los dedos.
Ya tranquilos con las decisiones tomadas, Barbie se quedó despierta haciendo la primera guardia mientras el de los dedos y yo dormíamos. Creo que no llegamos a presenciar el despegue, y La Portera se perdió hasta el aterrizaje.
Gatwick, qué horror. Un jaleo de sitio. Al final, tras encontrar el tren a Londres, £26 por cabeza ida y vuelta, nos aprestamos a embarcar. No bien lo hicimos, La Portera necesitó ir al baño con urgencia, de modo que vuelta a bajar, uno que se va a buscar un baño – el del andén cerrado, claro – otro que se va a buscar a uno presumiendo que se ha perdido, y la Barbie vigilando el equipaje.
Los problemas de muelle de La Portera, que necesita dos baños a la hora más o menos, hicieron que durante el finde la Barbie le gritara en varias ocasiones: ¡la próxima te sondo, te lo juro que te sondo!
Llegamos a Victoria, taxi al hotel. Un apartamento muy chulo, en Hyde Park, a buen precio. Quien conozca Londres sabrá de los horrores de hoteles en los que se acaba normalmente, de modo que estábamos muy contentos.
Tras dejar las maletas, bajamos viendo tiendas por Oxford Street, casi hasta el cruce con Regents. El plan era coger un bus, pero bajamos media calle buscando un baño…y acabábamos de salir del hotel…
Finalmente, llegamos en bus a Picadilly – en la segunda planta, como mandan los cánones-, fotitos, y corriendo: Waterloo, Malborough House, Trafalgar Square. Baño en la Nacional Gallery.
Seguimos por Whitehall, fotos con los caballos de guardia en Cavalry House. Hay una de la Barbie junto al caballo; el jinete mirada perdida al frente, como debe ser, pero el caballo estaba muy interesado en el peinado de la Barbie, de modo que en la foto está girado hacia ella, vigilándola con el rabillo del ojo. Barbie, hija, ¿hasta con los caballos…?
Bueno, pues pasamos Downing Street, y seguimos hasta Parliament Square. Allí nos comimos unos sándwiches sentados a los pies de la estatua de Lincoln, que no sé qué coño pinta allí, y visitamos Saint Margaret y la Abadía.
Vueltecita alrededor del parlamento, y la Barbie que ve una estatua de Ricardo Corazón de León a caballo. Mariconzón famoso, insiste en hacerle una foto, pero claro, con el montaje de seguridad que los britones han colocado, no way. La Barbie pidió permiso todo encantadora para pasar una valla y hacer mejor foto, pero el bobby, encantador también, la mandó a tomar por el culo. La Portera sí la hace:
Pasamos a la esquina de la Parliament Library, y visita al baño del metro. De allí, cruzamos a ver Westminster Bridge, la rueda del milenio – de lejos -, y cogimos el metro de vuelta al hotel, que ya era tarde. Compramos algo de comida, y mientras La Portera dormía un par de horas, la Barbie y yo planificamos la noche.
¡Qué desastre de noche! Por lo menos el comienzo. Como sabíamos que había que salir temprano, a las once ya estábamos en dirección al Soho.
La verdad, yo no lo recordaba así. Los últimos demasiados años siempre he estado en Londres por trabajo, y no salía de copas, de modo que fue un poco shock.
Old Compton, una mierda. Mucho britón borracho, mucho ruido de cristales rotos, mucha gente que no sabíamos de qué iba. Y mucha policía.
Con las prisas, nos habíamos dejado el listado de locales, de modo que fuimos un poco al robo. En varios sitios, como el Duke of Wellington, un pub, no nos dejaron entrar porque cerraban.
Un amigable bobby, a juzgar por el galón un oficial, nos indicó cómo llegar al famoso local de chicas “Candy Bar”, Aquí no nos dejaron entrar porque éramos demasiados hombres: dos. La Barbie echaba humo, y la fama de la noche británica empezara a olerla mal. La portera, una negra más borde que las esquinas, nos dijo que dos tíos por tía eran demasiado. La preguntamos qué nos recomendaba, y nos envió al “jay why”, que pronunciado así debería escribirse “JY”, ¿no? Pues no.
Seguimos sus indicaciones, y no encontramos nada. Al final Barbie, que estaba sembrada, se dio cuenta que la muchacha quiso decir “ji ai why”, o sea, G.A.Y. Yo no lo pensé porque este es un local de tíos, y no tenía sentido que nos enviaran allí del Candy Bar…Pero bueno, como nos hacía falta un baño – ¡te sondo, la próxima te juro que te sondo! – decidimos entrar en el G.A.Y. Pero no, estaban cerrando.
De allí nos enviaron al G.A.Y disco, pero cuando llegamos la cola daba la vuelta a la manzana, de modo que entramos al Gay Camp Attack, en el antiguo Teatro Astoria. (Inciso: por qué coño todos se llaman “Gay algo” se me escapa)
Tras el detector de metales, La Portera y yo pasamos el preceptivo cacheo, pero la Barbie parecía tener un pequeño desacuerdo con su cacheadora, y volvimos atrás. La Barbie insiste en que no, pero tanto cacheo, esa noche y la siguiente, más los aeropuertos, para mí que la pone: como se pone farruca la muy zorra, la cachean con más detenimiento, mientras ella jadea y pone los ojos en blanco…vosotros me diréis, pero a mi me suena raro.
Tras conseguir pasar la seguridad, entramos. Es simplemente un antiguo teatro convertido en cine convertido en disco. La gente, un poco horrenda, la verdad. Nada fashion, me temo. Vaqueritos y camisetas o camisas desangeladas, mucha tripita cervecera, mucho asiático, no suficientes negros, y algunos viejos verdes. La música, cojonuda.
El drama empezó con las copas. La Barbie se había estado preparando psicológicamente la última semana para poder aceptar copas minúsculas, pero la realidad fue todavía peor: un vasito de plástico pequeño, dos hielos – no cabían más – un dedal de whisky, y cola de barril…Qué escalofríos…No me extraña que allí digan “emborracharse como un Lord”
El problema no son ya las £4 por copa, sino que, son tan pequeñas, que no puedes alejarte de la barra diez metros antes de volver a por otra. Deberían poner una bombona llena para colgar a la espalda, con una pajita, aunque supongo que te la cobrarían a millón la pieza, claro…El resto, normal: La Portera presenció en el baño una extraña escena en la que a la salida pagabas a un tío unas monedas, y cogías unos botellas de colonia, te perfumabas por encima de la ropa, y salías. El pobre hombre salió boqueando, porque aunque lo habíamos visto antes, nunca entenderemos el problema de los extranjeros con el jabón y el desodorante. Y eso que los inglesitos no son los peores de allende los pirineos…
Lo más entretenido de la noche era el bailarín que teníamos enfrente. Bueno, bailarín… se movía como una babosilla. Medía algo más de metro y medio, de cintura una 30 o 32, delgadiiiiiiiiiiiiiiísimo, cresta rubia-bote de unos 30 cms, y vaquero por las rodillas. Todo un número, aunque con más moral que el alcoyano, eso sí.
De allí nos fuimos a la piltra, a eso de las 5. Aunque no llegamos al hotel hasta pasadas las mil porque no había manera de conseguir un taxi. Al final cojimos uno ilegal, conducido por un indio, y sólo nos cobró unas £4 de más. Claro que se perdió un par de veces, y el paranoias de mi marido ya se imaginaba que nos llevaría a algún callejón oscuro para violarnos y/o robarnos y/o pegarnos la paliza de nuestras vida. La Barbie tan sólo sonreía…
Nada más llegar, charlamos un poco hasta que la Barbie dejó de responder, y con nuestra habitual perspicacia dedujimos que ya no estaba en el mundo de los vivos. Caímos como ladrillos.
Enflin, enflin, qué se le va a hacer…Mañana más.
1 comentario:
Vamos a ver, trío lalalá.
Estuve con mi hermana hace unos meses en Londres, un fin de semana también.
1) En ese tiempo sólo vimos de la guía la Tate Modern y una horita en el British. Del resto de monumentos, es que ni los vimos de lejos.
2) Qué qué hicimos el fin de semana? Pues portobello, pasear e ir de compras.
3) Nuestra filosofía nada más aterrizar: 1 euro = 1 pound. Así no nos calentábamos la cabeza calculando el cambio.
(Para superficiales, nosotros)
4) No fuisteis casi atropellados en algún cruce??? Nosotros, al final, cruzábamos tras persignarnos. Mejor arriesgarse que el dolor de cabeza de razonar cada vez hacía que lado de la calle había que mirar.
5) Old Compton = fatal. Pero por el Soho encontramos sitios muy chulos!!
6) La portera tiene hipertrofia prostática o una infección urinaria. Que se lo miren.
7) Me encanta lo de romper las manos a los que aplaudan. Me parece una pena adecuada.
Quiero más, a ver ese segundo día!
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