miércoles, 24 de enero de 2007

Viaje a Londón (II/II)

El segundo día, uff, el segundo día. Y nos lo queríamos perder, ja. El despe sonó a las 10, pero no conseguí abrir un ojo hasta las 10.39. La Portera tardó una hora más en dar de ombligo, y La Barbie estaba viendo la tele, TVE Internacional, que es lo más hortera del mundo; pero es que a ésta la pones el cine español de Canal + y se queda colgada horas…pobre.

Cogimos un bus para ir a la Torre de Londres, y tardamos un cesto. Pasamos junto a la catedral de Wren, pero estaban de obras. Una vez en Tower Hill, comimos algo, hicimos muchas fotos a la fortaleza y al puente, que la verdad es que es precioso, y vuelta al centro.

Esta vez íbamos directos al British porque la Barbie había amenazado de muerte como no fuéramos. Y allí que nos plantamos. ¿El Top hit? El patio de Foster, la biblioteca donde Marx y Darwin trabajaron, y las secciones egipcia y asiria.

Los grabados asirios les dejaron alucinados. Es una pena, pero como apenas hay fuera de Londres, son muy desconocidos. Sin embargo, personalmente creo que son los mejores del mundo, incluso mejores que los egipcios, que te rayan un poco con tanto cacharro. En muchos sentidos, son muy modernos. Hot spots: el escarabeo gigante, las puertas falsas de una mastaba, las puertas de una ciudad asiria, la piedra Rosetta, las esfinges aladas asirias.

Insistí en que viéramos detenidamente los mármoles de Elgin, aunque ninguno de mis compas es fanático del arte griego. Después de muchas explicaciones sobre cómo y por qué estaban colocados, de los colores y los motivos, parecieron más contentos de haberlos visitado. Aun así, no creo que se los recomendaran a nadie, jaja.

Acabamos con el British visitando la exposición permanente de Vida y Muerte, con muchos objetos nativos africanos y americanos, y unas cuentas cosas modernas que no había quien entendiera.

Al salir buscamos una tienda de reproducciones egipcias donde yo suelo comprar, pero la han cerrado, mierda. La única abierta es greco-romana, y las figuras no son muy allá para el precio galáctico que tienen.

Tomamos un café en Costa, y aunque pedimos el tamaño pequeño, nos podíamos haber bañado en aquellas tazas: ¡madre mía, en la de tamaño medio cabía medio litro!

Armados con la experiencia del día anterior, tomamos decisiones sobre la noche:

  1. Saldríamos puestos de casa
  2. Pasábamos de bares, saldríamos directamente a discos
  3. Elegiríamos una o dos, y fuera.

Los planes se empezaron a torcer cuando no encontrábamos ningún sitio donde comprar priva. Al final, delante del hotel, hay que joderse. El dependiente, árabe claro, apenas hablaba inglés, y no dejaba de hablar por teléfono mientras nos atendía. No sé de qué coño hablaba, pero se excitaba mucho y gesticulaba con las dos manos, con lo que de vez en cuando se alejaba el auricular del oído medio metro, y se ponía a gritar como un energúmeno por que no oía. Jodeeeerrr

Armados con Vodka, naranja, whisky y cola, subimos al hotel a dejar enfriando la bebida – en el tugurio ese no tenían hielo, hay que joderse – y bajamos al Bombay Palace, restaurante indio muy elegante justo a lado.

La cena fue de tralla. La Barbie se empezó a estresar porque no entendía la carta, y ella es muy tiquismiquis con la comida, faltaría más. Tras media hora de discusiones, ante la cara alucinada del maître, nos decidimos por unos platos y a esperar.

El problema fue que lo que La Portera y ella pidieron, drumsticks de pollo macerados en yogur, lo interpretamos como tiras. Es evidente que mi inglés culinario necesita mejorar: drumsticks son los palos con los que se golpea un tambor, y también la mejor parte del pollo. Pero en slang por lo visto significa muslos. Y la Barbie ODIA los muslos. Pero cuando digo ODIA quiero decir con un odio africano, sin reservas. Vamos, que ni a las ex.

Le ofrecí mi pollo tandori, pero le pareció muy picante. Al final, comió basmati con cebolla, y mientras salivaba insistía en que no tenía hambre…pobre. Bueno, de vuelta al hotel se consoló con los primeros whiskazos – de hecho, entre ella y yo acabamos con la botella de ¾ de pinta, mientras recordábamos los tiempos en que nos volábamos una de litro mano a mano….Ains, qué tiempos…

Duchados (no cuento nada del momento ducha con LaPortera porque es muy porno. Sólo deciros que la Barbie se puso el iPod muy alto, juas, juas), vestidos y muy monos, conseguimos que el chino cudeiro del hotel nos buscara un taxi de esos nuevos, un minicab, que tras perderse un par de veces nos dejó en la disco destino, en el embankment, sobre la una. A todo esto, se ha puesto un frío que te mueres, y el viento amenaza lluvia.

Una vez en el Heaven, seguridad de nuevo. Los cacheos y búsqueda de metales en las discotecas no tienen nada que envidiar a los aeropuertos, y en el caso de ésta, son claramente más exhaustivos. No nos hicieron devolver la cena para registrarla de casualidad, tuve que sacar envolturas de chicle de los pantalones que ni sabía que estaban allí.

Me temo que la idea de Barbie de la petaca no tenía dos telediarios, jaja. Todo lleno de carteles de Tolerancia cero a las drogas, dos arcos de metales, chicos y chicas, y no menos de seis personas para controlar las colas, cachear y vigilar.

Justo antes de los arcos, una urna electoral con un cartel: Caja de Amnistía. Yo pregunté a una mariquita mayor que controlaba las colas, y me respondió muerta de risa (Inciso: adoro charlar con éstas mariquitas de cincuenta y muchos, tienen un acento delicioso, y se expresan muy gráficamente en un inglés pasado de moda: son encantadores)

Bueno, pues lo de la caja funciona así: una vez en la cola, si llevas algo, te dejan tirarlo en la caja antes de registrarte. Si no lo haces y te pillan, y te juro que te pillan, te arrestan allí mismo y te llevan al juez nocturno. Pero si lo has tirado, te dejan irte, aunque no puedes entrar en el local. Tú pensarás, joder, sabiéndolo, nadie se arriesgará, ¿no? Pues no.

Justo delante de nosotros, un muchacho de unos veinte intentó pasar un plástico con pastillas, y sólo porque conocía a alguien no llamaron a la poli. Le montaron un buen número, le quitaron las drogas, y le enviaron a casa de una patada. Al otro lado del cacheo, sus amigos no decían esta boca es mía. Luego, metieron las pastillas en un sobre transparente de pruebas con código de barras, y la registraron en un libro. Parecía CSI, yo alucinaba.

El personal era extremadamente amable, mucho Sir por aquí, Sir por allá, pero sólo les faltaba pedirte que miraras a Cuenca para una exploración de cavidades corporales, coño.


BTW,
£18 para entrar, sin derecho a consumición. Esto hay que explicarlo un poco: los locales no es como en España, todos juntos. Londres es inmenso, y si vas de una disco a otro se te baja todo menos la gomina. De modo que salen de bares y luego a una disco, y se quedan toda la noche, y after si quieren. Cada copa, £4, pero igual de ridículas que el día anterior.

La disco tiene 5 salas con diferentes músicas. La Portera no paró de arrastrarnos hasta que las localizamos todas, pero en la quinta, la VIP, pasaron de dejarnos entrar.

La más entretenida era la Rythm & Blues, llena de negratas bailando, mucha pareja blanco-negro, y mucho, demasiado calor. Y unas drags de cómo 2.5 metros de alto, Dios, y apenas llevaban tacón…

La sala principal ponía música disco, que intercalaba con estripteases de chulazos acompañados de drags, aunque para bailar la mejor era la de arriba, que ponía dance y house. La última, disco y petarda, era la más entretenida por la gente y por las gradas donde te podías sentar un poco. Aparte, el local disponía de chill-out, un pequeño bareto de comida, y hasta máquinas tragaperras.

La Barbie y yo coincidimos en que se parecía mucho al Ales antiguo de Madrid, que ahora, casualidad, me han dicho que se llama también Heaven. Hace años era el mejor sitio, con tres plantas de completamente diferentes músicas y ambientes, y un chill-out que simulaba un salón inglés, con escenas de perros y caza en las paredes. Me han dicho que vuelve a estar bien, ya informaremos.

La gente, mucho mejor que el día anterior. En todo Londres, apenas vimos vaqueros horribles de esos que se caen por el culo, y en este sitio ninguno. A ver si se pasa esa moda espantosa en Madrid, porque es de llorar y echar monedas al interfecto, o pegarle directamente un par de hostias.

Bastante chulazo y chicas, tanto mariliendres como papas. Muchos bebían agua, de modo que supongo que se habrían empastillado antes de entrar, porque allí, nasti de plasti. Los baños eran como búnkeres, con cámaras, guardas y carteles anunciando tolerancia cero a las drogas. ¡La hostia!

A La Portera no había quien la sacara de allí, pero la perspectiva de tardar un par de horas en llegar de vuelta al hotel le convenció, y a eso de las 5 estábamos en camino. Llovía una lluvia helada de lado con viento, de modo que genial.

Subimos tiritando a la calle principal, y allí nos acosaron un ciclista – que alegaba que nos podía llevar a los tres en el triciclo, lloviendo, hasta el otro lado de Central London- y un jamaicano que nos iba a ofrecer un taxi ilegal. Pero vimos cómo llegaba un bus, el N15, que nos dejaba a menos de un kilómetro de casa, y nos abalanzamos. El conductor, el primer blanco que veíamos en ese papel, nos esperó amablemente hasta que sacamos los billetes, y subimos escopetados a la segunda planta. ¡Increíble nuestra buena suerte!

De los cuatro o cinco conductores de autobús que vimos, el resto eran unos bordes de campeonato. Uno sij, los demás negros jamaicanos. Uno de ellos tardó como 5 minutos en aceptarme un billete de £5 porque decía que no era de verdad. El problema, que tuvimos también en un guardarropa, era que en algún sitio me dieron de vuelta billetes de £5 del Banco de Escocia, que aunque legales, no deben verse mucho por Londres. Pero tío, ¿cómo no conoces los billetes de tu país si atiendes una caja? Muy fuerte.

Eso sí, todos conducen como asesinos, y, según la Barbie, esos frenazos en Madrid les hubieran ganado gritos de “¡que no llevas ganaaaaao!” por parte del respetable.

Los ingleses, antes de caer al suelo borrachos, suelen estar muy graciosos, y delante de nosotros se sentaban una pareja y un grupo de escoceses y keniatas que montaron un buen número. Barbie estaba mirando por la ventana, y yo distraído con el show, de modo que sólo gracias a La Portera nos dimos cuenta de cuándo llegamos a nuestra zona.

Por cierto, Fran, sí, lo de cruzar las calles es un lío. Yo lo tengo más o menos automatizado, miro el cartel del suelo, y lo sigo, pero es verdad que nunca estás seguro de hacerlo bien, y en cualquier momento te dan un meneo que te matan. Mi cuñado hablaba hace unos días de pasar unas semanas allí alquilando un coche. Yo ya le dije: si te quieres suicidar, deja a mi hermana en el hotel, guapo.

Al llegar al apartamento, acabamos el whisky, charleta comentando las mejores jugadas, y a dormir. Del día siguiente, no hay mucho que contar. El chino cudeiro nos desaconsejó otra cosa que Oxford Street, y desde las once hasta la una cotilleamos unas cuantas tiendas. La Portera estaba de morros porque no se había comprado nada, y nos echaba la culpa a nosotros: “claro, yo mirando ropa para vosotros, y al final me voy sin nada para mí”, decía.

Luego comimos en un italiano versión Londón, que ofrecía desde pasta hasta kebab, pasando por club sandwich y pizzas, y corriendo a recoger las maletas y a Gatwick.

Vuelo aburrido y sin problemas. Ya en casa cada uno consultamos los correos, surfeamos un poco – tres días sin Internet es una putada – y a la una estábamos dormidos como benditos. Al día siguiente, La portera y yo recogimos a nuestras bestias en el hotel. Estaban locos de contentos de vernos, y nosotros a ellos, porque eso de llegar a casa y que esté vacía da un mal rollo…

Sólo me resta decir que en febrero vuelvo, ésta vez con mi madre, supongo que mitad nostalgia mitad shopping. Aún así, envidia cochina a estos dos, jaja.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Oooooh, ahora sí que me sorprendéis. Tanto amenazar,.... y sois los tres unos cultos!!! Cuanta visita histórica, cuánto muséo. Yo, cuando estuve con mi hermana, hice algo que nos divirtió mucho. ïbamos mal de tiempo, y en la guía había una clasificación: las 10 cosas más importantes (o eso dedujimos). Y sí, en el ranking estaban los frisos del partenon o la piedra roseta, pero se ve que como se trataba de poner una cosa de cada zona, también había objetos tan raros como "el pájaro Rakatakata" de la cultura africana, o un gato momificado egipcio, o el buda de "chumpingchung"(por ejemplo). Así que, con el plano en mano y a toda prisa en plan gincana o búsqueda del tesoro cronometrada, íbamos de sala en sala buscando un buda, o un lindo gatito, o el pajarraco condenado que no aparecía,..... Nos perdimos varias veces, pero nos reímos también mucho!

Anónimo dijo...

Me refiero todo eso al British, elemental, querido trío!

PD.: A mí lo que más me gustó fue el cuartito inca-maya y los frisos griegos. Que los devuelvan a Grecia ya!!!! (Ladrones!)

Anónimo dijo...

Tengo que ir, tengo que irrrrrrrrrr....